Alejandra Cruz

Dirección y Agenda Artística

Me enamoré de los escenarios acompañando a mi padre al trabajo como hacen los chicos, quedándome por ahi mientras él laburaba, mi mamá cuando pude caminar me empezó a llevar a los sets e íbamos a verlo durante los ciclos de meses que duraban la obras. Día tras día la misma función, sin embargo siempre parecía otra. El ambiente de bambalinas pasaría a ser un lugar cotidiano como una extensión de casa, solo que escondía un misterio aparentemente irrevelable, algo hermético pasaba previo a la salida al escenario, los actores parecían sumergirse en una metamorfosis, en una zona de transformación física y metafísica, como una salamandra cambiando de color, o talvés como una serpiente que va dejando su piel seca atrás avanzando hacia un espacio de absoluta desnudez interna, un espacio sagrado, que talvez solo puede ser compartido con el otro desde las tablas de un escenario… el meticuloso trabajo del actor.

Aunque mi carrera arrancó como actriz armando obras experimentales con mis compañeros por espacios under de Buenos Aires, y más tarde en teatro y televisión al mudarme a Los Ángeles, mi pasión por el estudio teatral me llevó a adaptar obras de teatro, a enseñar la técnica de Michael Chekhov en el Conservatorio de Artes Escénicas de Los Angeles, y a la escritura, que es a lo que ahora me dedico tanto individualmente y como parte de la producción internacional de contenido “Serviam”.

En Buenos Aires estudié teatro de niña con Sarah Quiroga, y a los 15 años entré al primer grupo de adolescentes que formó mi viejo en su estudio de Suipacha, también tuve el honor de estudiar muchos años con Augusto Fernandes y con Carlos Gandolfo. Formalmente no estudié con Agustín Alezzo, sin embargo informalmente contribuyó a mi comprensión de este arte siendo una presencia en mi casa durante largas conversaciones y hasta padrino de mi casamiento, así es es que le debo mucho también a sus guías. En Los Angeles me entrené con David Proval, Milton Katselas y Jack Waltzer.

Hay dos obras de teatro cruciales que dirigió mi viejo y dejaron sus sellos, las pienso a menudo y son pilares en mi visión sobre las artes escénicas. Las quiero compartir por sus singulares atributos, una es un unitario, la otra no tiene palabras.

Peer Gynt, con el incomparable Franklyn Caicedo, es un unitario que se hizo en 1978 en el teatro Olimpia, sobre una adaptación desde la colaboración de Franklyn y Lito. El dominio absoluto de Franklyn Caicedo sobre su voz y su físico te abrían las puertas a una dimensión imaginada y exquisita, creada solo por él sobre el texto de Ibsen. Veías, sentías, olías, escuchabas, y te sumergías en la experiencia del personaje viajando en una magia absoluta, éras el Peer Gynt! No solo un mero testigo apreciando un buen trabajo actoral o a un gran profesional o mirando algo muy bien logrado, no… ÉRAS el Peer Gynt.

Estar en una butaca frente a un escenario, frente a un actor, frente a un alquimista que descubre en constancia-siempre-de nuevo y con la fuerza de esa primera vez allí mismo la experiencia de su personaje junto a una audiencia sin edad o lucro, y te obsequia esa experiencia desde su ser completo para que esta sea también tuya, en Comunión. Un acto de generosidad inigualable.

La segunda obra es El Pupilo Quiere Ser Tutor, puesta en escena por primera vez en 1974, la ví a mis 6 años. Una obra sin palabras interpretada por Carlos Moreno y Hector (Cacho) Bidonde. Sobre el escenario solo había una puerta, una mesa y dos sillas. La audiencia navegaba en un entendimiento inspirado por lo vasto de lo simple, los actores entregados al silencio de sus personajes, de su humanidad, dejaban atrás a un mundo de límites lingüísticos y compartían su infinito mundo interno con la audiencia, espectacular!

Así dirigía Lito, y así también fue la dirección que él tomó e implantó durante su enseñanza. El estudiante aspira a convertirse en un actor sin limites, creador único sumergido en el coraje de su originalidad como artista y como ser humano..